- ¡Hola, Blógulo Quack!
- Veréis, yo antes era de las que oían "gitano" y se imaginaban una fragoneta llena de malacatones y un señor de color raro y olor más raro todavía faca en mano y drogas intravenosas dispuestas para la venta en el bolsillo.
- ¿Y no es así acaso, Blógulo Quack?
- ¡No todos! Por motivos laborales he tenido que tratar con gitanillos de nueve y once años y...
- ¡Oh!
- ... y he descubierto, para mi sorpresa, que los quiero.
- ¡OH! ¡Cuéntanos más!
- Dejad que me seque las lágrimas y prosigo.
- Tómate tu tiempo, Blógulo Quack. Hemos pasado por lo mismo y sabemos que es duro.
- El primer día los miraba con recelo y no perdía el bolso de vista. El segundo día uno se me abrazó a las piernas y cuando se soltó lo primero que hice fue palparme los bolsillos. El mechero seguía estando en su sitio y me pareció hasta mal. ¿Qué tenía de malo mi mechero? ¿Por qué no me lo había mangado? El cuarto día me volvió a abrazar en varias ocasiones y el mechero seguía estando en el bolsillo.
- ¡Increíble!
- ¿Verdad? Pues eso no es lo peor.
- ¿Hay más?
- Claro que hay más. Ayer, sin ir más lejos, uno me dijo profe, qué guapa eres. Lo dijo por lo bajini y aunque lo oí perfectamente le pregunté qué había dicho. Me lo repitió.
- ¡¡¡!!!
- Y, sin saber cómo, de mi boca salió "vosotros sí que sois guapos".
- ¡No es posible!
- Lo sé. Es por ello que no puedo contárselo a mis amistades. Tengo una reputación que mantener y algo así podría hundirme en el fango para siempre. Mañana vuelvo a tener clase con ellos y sólo Dios sabe qué puede pasar.
- No te preocupes, Blógulo Quack, nosotros sabemos por lo que estás pasando.
- Gracias. Ahora me siento mucho mejor.
Plas plas plas.
Mantén la calma...si les sigues tocando de cintura para arriba, no tendrás problemas.
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